Para lograrlo sólo tienes que creer que él es tu Señor y Salvador. Confesar con tu boca que él murió por ti. Que estás dispuesto a entregarle tu vida, tus decisiones, tu corazón… y ¡Él te dará el mismo galardón que Él me ha prometido a mí! El señor te ama, y Él es fiel a sus promesas.